El otro día, Silvia “Pipi” Márquez nos dio una masterclass sobre accesibilidad digital. Además de ser diseñadora UX/UI, Pipi es consultora senior en accesibilidad y escucharla fue un verdadero lujo: combinó experiencia, claridad y un empujoncito suave (pero firme) para repensar cómo diseñamos.
Es cuestión de dimensionar: si diseñas sin pensar en personas con discapacidades, estás dejando mucha gente fuera. No hablamos de una minoría: más del 16% de la población mundial vive con alguna discapacidad, ¿lo imaginabas? Si tu producto digital no contempla la accesibilidad, tienes un problema de diseño, ética y sí, también de negocio.
Diseñar con accesibilidad es asegurarse de que todos los productos y servicios puedan ser usados por todas las personas sin importar cómo naveguen, qué tecnología de apoyo usen o cuáles sean sus preferencias.
Pipi lo resumió perfecto:
“La accesibilidad no es un favor. Es autonomía e independencia”.
Nuestras decisiones como diseñadores pueden acercar (o alejar) a alguien del trabajo, la educación o la salud. Así de importante es.
Y para entender de qué hablamos, hay que distinguir dos cosas:
Diseñar con inclusión no es solo para personas con discapacidades permanentes. También cubre lo temporal, lo situacional y lo contextual.
La UX busca que la experiencia sea disfrutable. La accesibilidad se asegura de que esa experiencia sea posible para todos.
Y acá va un dato incómodo, pero necesario:
“Algo puede ser accesible y aun así ofrecer una experiencia horrible.”
Cumplir con las normas no basta. Hay que diseñar pensando en la diversidad real de las personas: desde quienes usan lectores de pantalla y teclados adaptados hasta líneas Braille o cualquier otra tecnología de apoyo. No todo es mouse y scroll.
Como dijo Pipi:
“Nuestra responsabilidad como diseñadores es hacer la parte que nos toca accesible para que cada persona elija cómo quiere navegar.”
La única forma de diseñar para todos es conociendo a las personas. Entender cómo usan la tecnología, qué barreras enfrentan y cómo podemos quitarlas desde el diseño.
Pero antes de actuar, hay que saber dónde estamos parados.
Silvia compartió el Modelo de Madurez en Accesibilidad (W3C) que ayuda a ubicar tu organización y definir el camino a seguir. Tiene cuatro niveles:
Tienes una ventaja enorme: puedes integrar accesibilidad desde el arranque y ahorrarte refactorizaciones caras y frustraciones futuras.
Eso sí, hay que venderle la idea al negocio. Silvia recomienda armar un business case con beneficios:
La clave está en conocer a tus stakeholders: ¿qué les importa?, ¿SEO?, ¿cumplimiento?, ¿impacto social?
Lo mismo que hicimos años atrás para convencer al negocio de invertir en UX, ahora hay que hacerlo con accesibilidad.
Un recordatorio final (por si te lo perdiste)
La accesibilidad digital es un derecho humano.
No es un extra ni un nice-to-have. Es un hábito, una práctica y una forma más humana de diseñar.
Como dijo Pipi:
“Esto no es una carrera de velocidad. Es una maratón”.
Así que empieza con lo que tienes, pero ¡empieza!